lunes, 14 de febrero de 2011

¿Por qué no vimos al elefante que nos aplastó?

El tiempo que te quede libre si te es posible, dedícalo a mi a cambio de mi vida entera o lo que me queda y que te ofrezco yo/María Dolores Pradera


García Canclini nos dice que -el uso del tiempo libre nos construye como ciudadanos, como sujetos sociales "sujetados", nos impulsa o impide pensar, sentir y actuar sobre la realidad y sobre nosotros mismos- esto nos remite a lo que alguna vez comentamos de las esferas de lo público, aquellos espacios públicos que se salvan de la privatización, entre los cuales encontramos las galerías de arte, los museos, centros culturales, relacionados directamente con el aprovechamiento del tiempo libre. Se tiende a hablar en estos espacios de “los públicos” etiquetándolos como consumidores, equiparando la gestión cultural al espectáculo, al ‘show” alejándolos de su calidad de “usuarios”, esto es personas ligadas al espacio por relaciones más allá de la “visita”, relaciones de cooperación de distinto orden desde mucho antes de su apertura o de la inauguración de sus exposiciones y actividades como lo comenta Graciela Schmilchuk, especialista en museos, comunicación , educación y públicos, política cultural y escultura pública contemporánea, y que continúa comentando que “ no obstante, los museos podrían colaborar con esos equipos manteniendo sus archivos organizados, completos y abiertos a la consulta de los investigadores. Esto parece muy sencillo y no lo es, porque requiere criterios claros acerca de la importancia de conservar o no los diversos documentos y testimonios. Esa misma conciencia es la que permitiría que cada museo tuviera actualizados su inventario de colecciones, sus listas detalladas de exposiciones y las actividades paralelas; el registro fotográfico o en video de las museografías y de los comportamientos de los visitantes, los libros de opiniones y sugerencias, los expedientes de publicidad generados, así como de la recepción en la prensa. En México al menos, es casi imposible disponer de tales fuentes y el investigador ( y el usuario) se topa con dificultades casi insuperables ante la pérdida o dispersión de la memoria documental. Con este aporte de cada museo, las investigaciones académicas encontrarían fuentes para realizar sus análisis y arrojar luz sobre la relación museo-sociedad y museo-público. Es necesario subrayar la conveniencia de que los tres sectores: museos, instituciones de las cuales dependen y universidades, trabajen juntos sobre proyectos específicos. Esto daría ciertas garantías para que se apliquen algunas medidas recomendadas por dichos estudios. Tales cuestiones indican que estamos ante un cambio de paradigma museológico: de museo que exhibe colecciones, al museo que expone y se expone, queriendo comunicar; de una idea de público general indiferenciado a otra de públicos con competencias e intereses diversos o de consumidores efectivos y potenciales como agentes económicos en una relación de mercado, definidos por sus expectativas, necesidades, percepciones y prácticas respecto a un producto; de la función de conservación e investigación a la de comunicación y destreza administrativo-financiera. Es decir, el modelo empresarial permea buena parte del nuevo paradigma”. Y hay otro sector del qué ocuparse: los no visitantes. Los que no asisten al espacio para desarrollar estrategias que interesen a ese otro “usuario” potencial. Cuando hablamos de gestión cultural es indispensable la visión global, abierta, sin dejar fuera lo que aparenta ser sólo un sujeto de la mercadotecnia, como el usuario. El espacio público optimizado. El usuario que a medida que asume el tiempo libre como una forma de desarrollo reconfigura el sentido de la ciudad y de sí mismo evitando así ser aplastado por un elefante.

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