sábado, 17 de marzo de 2012

Inversión en cultura


“Invertir en cultura significa tener territorios sin miedo “
Paulina Urrutia, ministra presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en Chile



Claude Mollard, ingeniero cultural, afirma que “los políticos piensan que invertir en cultura es inútil. Se equivocan”, y estoy de acuerdo. Si tan sólo analizamos las gestiones sobresalientes en política a nivel nacional, estatal y municipal en todo el mundo, sobresalen aquellas donde la cultura va por delante y permea todos los ámbitos de la gestión política. No es casualidad que a Sergio Fajardo ex alcalde de Medellín, Colombia, se le nombró como el mejor presidente municipal del país o al alcalde de Barcelona, España, el mejor presidente municipal del mundo. Ambos asumieron como prioridad una política conducida por la cultura, dando sentido y pertinencia a su gestión, gestando una nueva ciudadanía más crítica, más participativa y más responsable. En 2004 el presupuesto enviado por el presidente Fox implicó una caída de 14.54 por ciento en el gasto para el rubro. El presidente Felipe Calderón propuso a la Cámara de Diputados un presupuesto para la cultura que, en términos reales, es menor en 2 mil millones de pesos al ejercido en el último año de Vicente Fox. Para hacer frente a la demanda cultural, que va de la mano con la demanda turística, hay que invertir en cultura. Todo esto es posible con un esfuerzo presupuestal que es muy reducido: en Francia el gasto en cultura representa el 1% del presupuesto del Estado. Y rinde diez veces más: 65 millones de turistas por año representa una cifra promedio de 70 mil millones de euros. La inversión en cultura no genera pérdidas sino que, al contrario, brinda beneficios sustanciales. En cincuenta años se podrá distinguir los países que se han desarrollado comprendiendo el principio de invertir en cultura de aquellos que no. Claude Mollard considerado “padre” del Centro Pompidou, alto asesor del gobierno de Mitterrand y pionero de la gestión cultural en Francia durante los años 1980-1990. Autor de diversos libros sobre la importancia del Estado en la cultura, afirma que todo lo que contribuye a desarrollar modos de financiamiento de proyectos culturales es bueno en sí, ya que estos proyectos, que miden el dinamismo de un país, carecen siempre de dinero para su ejecución. Las deducciones fiscales son uno de los instrumentos que permiten a las empresas soltar dinero para la cultura, sobre todo cuando ellas no lo hacen espontáneamente.
El peligro del mecenazgo es que fragiliza las inversiones en cultura: en períodos de crisis por ejemplo, y a pesar de las leyes, estas ayudas van a recortarse, poniendo en peligro las instituciones culturales que estas mismas empresas contribuyeron a crear. No creo entonces que el mecenazgo deba cubrirle las espaldas a un Estado avaro en lo cultural. Los dos modos de intervención son necesarios y complementarios. Pero la inversión pública debe ser prioritaria en los campos culturales que nunca serán rentables, como la formación artística, las ayudas a los jóvenes creadores de sectores menos favorecidos, las ayudas a la investigación.
"Hay gobiernos que afrontan la crisis económica haciendo severos recortes en el área de cultura. El de España no sólo intenta que esos recortes sean menos severos, sino que la cultura y el conocimiento sean esa palanca que permita el cambio, la transformación y nos dé este impulso para ese nuevo modelo de economía más sostenible", dice la ministra de Cultura, Ángeles González-Sin, “Sabemos que la cultura, además de comunicar valores, ser un referente y de proporcionar un diccionario a los ciudadanos con el que traducir a su experiencia vital los conflictos y los desafíos nuevos de esta sociedad tan cambiante, genera empleo, economía, y nos va a conducir un futuro mejor a todos los ciudadanos".

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