sábado, 17 de marzo de 2012

El espacio subyugado…la teoría del agujero pegajoso


"Lo que se comprende en un abrir y cerrar de ojos no suele dejar huella"
André Gide


Subyugar. tr.-prnl. Avasallar, sojuzgar, dominar poderosa o violentamente.
A propósito del taller que se lleva a cabo en el Centro Cultural Tijuana-Cecut por el arquitecto Arturo Ortiz Struck denominado Heterotopías: reflejos de lo cotidiano en el espacio público, un concepto que elaboró el filósofo Michel Foucault que habla de “el espacio en el que vivimos [...] es un espacio heterogéneo. En otras palabras, no vivimos en una especie de vacío, dentro del cual localizamos individuos y cosas. [...] vivimos dentro de una red de relaciones que delinean lugares que son irreducibles unos a otros y absolutamente imposibles de superponer.”. Éstos son espacios que están ni aquí ni allí, que es simultáneamente físico y mental, por ejemplo el espacio de una llamada telefónica o del momento en que usted se ve en el espejo. Me remite a una definición del espacio que he estado trabajando desde hace un tiempo y que por cierto no había escrito de manera pública: el espacio subyugado, el espacio subyugado por la dictadura de lo trivial, el espacio que nunca nos recibe, que pierde su identidad bajo el peso de una velocidad de la que hemos perdido el control. Espacios que han perdido la capacidad del silencio, inhóspitos, como describe el mundo Josep Quetglas en Arquitecturas de la indeterminación: “Vivimos en un mundo inhóspito. Aquí inhóspito no quiere decir yermo. No estamos en un desierto, a nuestro alrededor no hay ningún campo de ruinas, ningún montón de escombros va creciendo ante nuestros pies. No somos románticos, al contrario: nos sabemos viviendo en un paraíso inagotable, incolmable de objetos y maravillas. Da gozo cuanto hay. Inhóspito quiere decir inhospitalario. Las cosas que hay a nuestro alrededor no nos acogen, no permiten que vayamos hasta ellas para apoyarnos. Son riquísimas, hermosas, vivas, pero no nos aceptan. Cézanne decía de las cosas que eran esféricas. Él veía esferas, conos y cilindros por todas partes, en cualquier sitio donde enviara su mirada. Un mundo hecho todo él de superficies convexas, de objetos puestos de espaldas, donde no hay abierta ninguna concavidad para recoger la mirada”. Parecería un texto que habla del espacio sublime pero en esta forma de representación más bien señala su fin. Un espacio sublime que anuncia su decadencia. Al desconocer la percepción estética del espacio este se vuelve un espacio subyugado, dependiente de su propia percepción. Hay un texto de Julio Cortázar, “Teoría del agujero pegajoso” donde encuentro casualmente la clave de lo que denomino el espacio subyugado: “Hasta los quince años no hubo nada. Solamente un agujero rodeado de amor materno y tricotas y tablas de aritmética y partidos de fútbol. Una mañana, el agujero (…) se dio cuenta de que había que hacer algo para no reventar como una pompa de jabón (…) así que se volvió pegajoso (…). Atrapó primero unas pelusitas de aire, después la elegante costumbre de fumar tabaco inglés (…) y el nombre de Ramón (…). Se rodeó de una chaqueta de tweed, se vistió deportivamente y compró gadgets (aparatos) para resolver los problemas de higiene, la cocina, la calefacción, se volvió una autoridad en marcas de jabón de afeitar, la mejor gasolina para autos suecos, la sensibilidad adecuada de la película fotográfica en un día de niebla, se abonó a Times y a Life, se hizo una idea de Picasso, otra de los tocadiscos y las playas de veraneo y la alimentación y ahí va carrera arriba, subjefe, jefe, jefazo. Una voz sonora donde solamente unos pocos adivinan que la sonoridad le viene del agujero”. En este texto Julio Cortázar nos presenta un cuerpo que existe únicamente en tanto construido por un entramado de discursos sociales. El protagonista absorbe estos discursos que se van adhiriendo sobre su "vacuidad" y falta de cualquier tipo de cuestionamiento hasta finalmente adquirir consistencia corpórea. Observamos aquí a un cuerpo construido exclusivamente a partir de relaciones de docilidad-utilidad. Dependiente como el espacio subyugado. Talleres como el de Arturo Ortiz Struck o intervenciones de artistas como la del grupo El Group de Recherche d'Art Visuel, denominada
“un día en la calle” que presentan así: La ciudad, la calle, está cubierta por una trama de hábitos y de actos repetidos a diario. Pensamos que la gama de estos gestos rutinarios puede conducir a una pasividad total o crear una necesidad general de reacción. En esa trama de hechos repetidos y previstos de un día de París, queremos provocar deliberadamente una serie de acontecimientos puntuales. La vida de las grandes ciudades podría ser bombardeada de manera masiva (no con bombas), pero sí con situaciones nuevas, solicitando una participación y una respuesta de sus habitantes. No pensamos que nuestra tentativa sea suficiente para quebrar la rutina de un día de semana de París. Puede ser considerada solamente como un simple desplazamiento de situación, nos abren un momento de reflexión, de pensar el espacio para evitar hablar en el futuro de un mundo sin apoyos, resbaladizo…para evitar hablar del hombre subyugado.

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