sábado, 17 de marzo de 2012

Las exposiciones como lugares de encuentro.


“Los museos están a medio camino entre Disneylandia y la Iglesia”. Mijaíl Piotrovsky, director del Ermitage.

Samuel morales, investigador del Instituto de investigaciones estéticas de la UNAM, escribe en la presentación de las memorias del ciclo de conferencias Pláticas a Detalle, que están a punto de salir al público, y que se llevan a cabo en el Centro Cultural Tijuana donde se han presentado curadores, artistas y directores de museos, que los lugares de exposiciones en la actualidad requieren ser más polisémicos, esto es, que “el Museo actual está llamado a ser un lugar de encuentro, un laboratorio, un espacio abierto a nuevas posibilidades. Todo lo que el Museo realice a favor de la polisemia, abrirá los canales de recepción e interpretación de los públicos. En este sentido las conversaciones con artistas, los paneles de discusión con gente del arte y especialistas de otras disciplinas favorecerá la generación de lecturas múltiples. Lo importante es que el público no solo escuche sino manifieste una posición activa a través de la replica, el disentimiento, la duda, la pregunta, la opinión propia argumentada; y a su vez el museo se abra no solo a mostrar objetos artísticos, contextualizados o procesos cerrados sino permita que el público participe y actué en la configuración de discursos y procesos. Mijaíl Piotrovsky, director del museo del Ermitage, en San Petersburgo, Rusia, en una reciente entrevista comenta que las decisiones guiadas por el arte, en la política, son provechosas, incluso en la economía, hablando de la importancia de los museos. Y afirma que debemos acercarnos más a lo sagrado del espacio expositivo porque nos hemos movido demasiado al espectáculo. Y escuchamos con frecuencia esta tendencia de convertir las exposiciones en un asunto teatralizado y dejarlas a un lado como espacios de reflexión y encuentro. En donde entra en juego la perspectiva de la teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, clave en el diseño museográfico, donde se dice que cada uno de nosotros necesita realizar distintas actividades para poder pensar, por ejemplo, algunos lo harán con palabras, otros con imágenes, otros manipulando cosas, otros a través de estructuras lógicas y otros confrontando ideas en un diálogo con otros. Esto permite ampliar de manera significativa el rango de posibilidades expresivas e invita y permite la experimentación en lo que concierne a la comunicación. Colin Tweedy, director de Art & Business en Reino Unido, en otro artículo reciente afirma categóricamente que “las visitas masivas matan al arte” y predice el fin de las macro exposiciones porque han enterrado el placer estético. Y en concordancia con Piotrovsky, hay que cuidar la participación de las empresas en las exposiciones, y dice que poner un anuncio de Coca Cola en un palacio de Venecia no es un patrocinio, es pagar por un anuncio. Habla que no todo vale para tener dinero para la cultura, se corre el riesgo de convertirla en espectáculo, como lo mencionamos con anterioridad. Las empresas deben involucrarse con el arte de una manera más profunda desde el potencial del arte como un ejercicio comunitario. Las prácticas del arte están cambiando al ritmo que cambia la sociedad y sus preferencias, al ritmo que cambia el público como consumidor del arte, dentro o fuera de un edificio o espacio público. El arte debe generar encuentros, como lo comenta Samuel Morales, posibilidades de relación y nuevas dinámicas que acerquen al observador, el artista y el mismo espacio. Es interesante cómo en la ciudad de Tijuana, comienzan a generarse acciones en torno al arte que permiten generar discusiones, acciones, intercambios de ideas, en una palabra una mayor interacción del ciudadano con el arte. Como dice Nicolas Bourriaud, en su estética relacional, que “no se puede considerar a la obra contemporánea como un espacio por recorrer (donde el "visitante" es un coleccionista). La obra se presenta ahora como una duración por experimentar, como una apertura posible hacia un intercambio ilimitado. La ciudad permitió y generalizó la experiencia de la proximidad: es el símbolo tangible y el marco histórico del estado de sociedad. El arte es el lugar de producción de una sociabilidad específica: queda por ver cuál es el estatuto de este espacio en el conjunto de los "estados de encuentro" propuestos por la Ciudad. ¿Cómo un arte centrado en la producción de tales modos de convivencia puede volver a lanzar, completándolo, el proyecto moderno de emancipación? ¿De qué manera permite el desarrollo de direcciones culturales y políticas nuevas?”. De nuevo el arte como el medio para una nueva utopía.

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