domingo, 16 de mayo de 2010

La Belleza, historia de Friné




“Más deslumbra la belleza al corazón que la añora, que al ojo que la mira”
Gibran Jalil Gibran.

Desde que el ser humano pintara bisontes en el techo de la cueva de Altamira se ha obsesionado con el concepto de belleza. Platón imaginó un mundo aparte en el cual tuvieran cabida conceptos abstractos como el de la belleza. Para Platón algo bello lo era intrínsecamente, por sí mismo, y era independiente de nuestros valores culturales. Los antropólogos más tarde nos han dicho que si algo nos parece bello o feo es porque nos han educado para ello, siendo el concepto de belleza relativo y dependiente del contexto cultural. En el desarrollo de La Historia de la Belleza de Umberto Eco, el autor dedica un capítulo a “la belleza como proporción y armonía”. Allí explica cómo con Pitágoras nace una visión estético-matemática del universo: el orden en la naturaleza responden a leyes matemáticas que a la vez son componentes del sentido de la belleza. Así también la música, como fenómeno de la percepción, también responde a estas coordenadas numéricas y geométricas. En arquitectura y en la construcción de la proporción, la relación aurea toma importancia fundamental. Sin embargo esta importancia se fue diluyendo con el paso del tiempo. Desde el punto de vista de Vitruvio, la belleza está relacionada con la proporción natural, y, específicamente, con la proporción del cuerpo humano. Para Vitruvio, arquitecto romano del siglo I AC, producimos obras bellas en la medida en la que somos capaces de comprender los principios básicos de proporción del cuerpo humano y aplicarlos armónicamente sobre los espacios que proyectamos. Hace un siglo, la belleza era considerada de forma unánime como meta suprema del arte y hasta como sinónimo de excelencia artística. Hoy, en cambio, algunos la contemplan como algo parecido a un delito estético. En nuestros días, determinada crítica increpa a los artistas cuando sus obras parecen aspirar a la belleza. En el primer manifiesto de la Asociación Cultural Río Rita se hablaba de sentar a la mesa a los demonios y aspirar a la belleza. En los últimos años, sin embargo, algunos artistas, críticos y comisarios de exposiciones han empezado a contemplar la belleza de distinta manera. A menudo el debate resulta confuso: en ocasiones los especialistas ven la belleza como una traición frente al verdadero rol del artista, mientras que en otras se esfuerzan por encontrar belleza en lo aparentemente grotesco o repulsivo. Luis Barragán, importante arquitecto mexicano escribía: “En proporción alarmante han desaparecido en las publicaciones dedicadas a la arquitectura las palabras belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento y también las de serenidad, silencio, intimidad y asombro. Todas ellas han encontrado amorosa acogida en mi alma, y si estoy lejos de pretender haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro”. Y yo diría que habría que aspirar no sólo a la belleza sino a lo sublime, que consiste fundamentalmente en una belleza extrema, capaz de arrebatar al espectador a un éxtasis más allá de su racionalidad, una identificación total con el proceso creativo. En el Abuso de la Belleza del crítico de arte Arthur Danto, sostiene que los modernos tenían razón al negar que la belleza fuera consustancial al arte; al mismo tiempo, sin embargo, la belleza es esencial para la vida humana y no siempre debe ser desterrada del arte. Actualmente la realidad es que la palabra belleza ha perdido su sentido original, es un concepto como pasado de moda y al mismo tiempo , paradójicamente, lo encontramos sólo ligado a la moda, a la obligación de la mujer de ser bella como si no lo fuera ya de hecho. El arquitecto Carlos Calderón en su artículo El argumento de la belleza, en el FOROALFA, nos hace una interesante narración sobre Friné, famosa cortesana contemporánea de Platón. Nos presenta una imagen:

Friné, modelo de célebres esculturas, había hecho fortuna, e incluso propuso la reconstrucción de las murallas de Atenas con su dinero bien habido. Sin embargo la historia cuenta que un día sus orgullosas palabras blasfemaron contra la propia Afrodita, con quien dignó compararse en belleza faltando así a su devoción. Fue llevada a juicio y la defendió uno de sus amantes, el renombrado orador y discípulo de Platón, Hyperides. El consejo de ancianos fustigó la impiedad de Friné y el veredicto no podía ser sino desfavorable. Preso de la desesperación Hyperides intentó un último argumento. Desgarró el manto de Friné y la mostró en su plena desnudez profiriendo estas palabras: ¿Cómo puede ser impía una mujer con las formas de una diosa? ¿Cómo condenar a una intérprete y servidora de la diosa?
El pintor academicista Jean-Leon Gerome, recogió en este lienzo de 1861, el momento culminante. Como una gran metáfora de lo dicho en torno al diseño y la comunicación se nos muestra la jugada pragmática envuelta en una luz que emana del cuerpo de la mujer iluminando todo el espacio, la forma se impone con la fuerza de su propia naturaleza y la galería de rostros de los ancianos, que ante esta verdad desnuda demuestran su pasmo, evidencia que el argumento ha sido impactante. El diseño está allí y la comunicación lo hace eficiente. Friné fue absuelta.

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