sábado, 29 de mayo de 2010

La Cultura Visual y lo invisible


“El mundo-imagen es la superficie de la globalización. Es nuestro mundo compartido. Empobrecida, oscura, superficial, esta imagen-superficie es toda nuestra experiencia compartida. No compartimos el mundo del otro modo. El objetivo no es alcanzar lo que está bajo la superficie de la imagen: sino ampliarla, enriquecerla, darle definición, tiempo. En este punto emerge una nueva cultura”. Susan Buck-Morss

La importancia de la cultura visual radica precisamente en que todo acto de ver tiene un marco cultural. Ver es un hecho condicionado, que se construye en un proceso cultural, donde la manera como nuestro entorno nos ha delineado formas de ser y pensar y razonar. Cómo enfrentamos la información, si profundizamos o nos limitamos a la superficie de la misma nos hace ver de distinta manera. Cuando estudiamos la historia, la religión, la historia del arte o la estética lo hicimos en un marco previamente regulado y prediseñado donde poco podíamos aportar sin embargo los estudios visuales se sustentan en su capacidad de potenciar una comprensión crítica similar a los estudios culturales sobre religión donde se analiza desde fuera de su propia concepción y permite una visión distinta y personalizada de la misma. En nuestra sociedad contemporánea, inmersa en un proceso de globalización y el encuentro con distintas culturas, las imágenes, lo visual, tienen una importancia capital en el significado del conocimiento. La producción del arte no puede ser la misma ni tampoco la forma de ver el arte. Por ello se ha facilitado a los mercaderes del arte filtrarse a través de un supuesto espíritu de contemporaneidad y ruptura que los lleva, no a vender la producción, sino el concepto, donde el artista es quien menos gana pero se envuelve del “prestigio” de estar inserto en la posmodernidad. Vaya, estar al “día”. José Luis Brea, experto en estudios visuales comenta que “La toma de partido a favor de que el desarrollo de ese proceso se decante de la manera más democratizada posible –es decir, con el menor grado de hegemonía y dominancia de una formación en exclusión de otras- constituye a su modo de ver el gran reto no sólo para las prácticas de representación y producción de imagen y visibilidad, sino también para la propia producción teórico-crítica que la confronta –para los estudios visuales en última instancia”. El renovado interés, comenta Keith Moxei, en la presencia de los objetos, en su capacidad para escapar de los significados atribuidos a ellos por generaciones de intérpretes, también ha tenido importantes repercusiones en los estudios visuales. W.J.T. Mitchell lo ha apodado el “giro de la imagen”. La importancia del giro de la imagen radica en que no lo restringe sólo a lo que tradicionalmente se consideran obras de arte sino que hay otros objetos visuales cuya presencia requiere conocimiento. Recordamos así que la cultura visual está compuesta de infinidad de grupos sujetos ha ser “vistos” y se asumen también las variables de la percepción. Mirzoeff, autor del libro Introducción a la Cultura Visual, dice que si nos centramos únicamente en el significado lingüístico de las imágenes visuales, estamos negando un elemento que hace que estas sean distintas a los textos. Este elemento es la inmediatez sensual. Por ejemplo, dice este autor, ver la caída del Muro de Berlín televisada en directo provocó sentimientos que excedían absolutamente a las palabras. Hay algo que resulta un "exceso" al momento de ver, sensaciones como la intensidad, la sorpresa, la conmoción, el enmudecimiento, están en el corazón de la experiencia visual y esto no puede ser agotado recurriendo al modelo textual de análisis. Ana Abramowski hace una relación entre ver y saber: ¿Qué vemos cuando miramos? ¿Solo vemos lo que sabemos? ¿Es posible ver más allá de nuestro saber? ¿Lo que vemos interroga nuestros saberes? Es cierto que nuestros saberes configuran nuestras miradas, el ejemplo más claro es que, frente a una misma imagen no todos vemos lo mismo. Pero también es posible que, ante una experiencia visual, nos encontremos "viendo" más allá de lo que sabemos o de lo que esperábamos ver: una imagen puede cuestionar nuestros saberes y desestabilizarlos. Es por esto que la simple pregunta "¿qué ves?" puede inaugurar recorridos inesperados. Para ello hay que darse un tiempo en el trabajo con imágenes. Además de proponer otro registro, otra textura, luminosidades y opacidades, las imágenes requieren de otros tiempos: ¿Cuál es el tiempo propio del "mirar"? ¿Cuánto dura? ¿Qué lugar ocupa allí el silencio, la espera? ¿Cómo se da un espacio para que sobrevenga la palabra? En síntesis, si queremos trabajar pedagógicamente con imágenes debemos tener en cuenta sus poderes, ya que no todos vemos lo mismo cuando miramos. Que no hay otra alternativa que situarse en el cruce de palabras que faltan, sentimientos desbordantes, ideas desordenadas, sonidos ensordecedores y silencios. Se trata, junto con los alumnos, de enseñar y aprender a mirar, escrutando las imágenes desde distintos ángulos, desarmándolas y rearmándolas, imaginando con ellas y a partir de ellas; sin perder de vista que, del mismo modo que las palabras, las imágenes son colectivas y se comparten. Y finaliza diciendo que si tenemos presente que lo visible es algo que se produce, y que al lado de toda visibilidad habrá siempre una invisibilidad, constataremos que al lado de toda pedagogía de la imagen habrá también una política construyendo una mirada, y no cualquiera, del mundo. Y lo que es invisible podrá ser visible a nuestros ojos.

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