domingo, 16 de mayo de 2010

La resignificación de los significados.

«La evolución ineluctable de la sociedad industrial hacia la destrucción de los grandes sistemas discursivos y su sustitución por una nube de pequeñas moralidades comunitarias cuya quintaesencia sería la caída en lo fútil y en el artificio» Jean-François Lyotard

Sé que el título de este escrito parece incongruente o confuso pero no encontré otra manera de hacer énfasis en la importancia de la resignificación como medio de entender un entorno tan complejo como la frontera. Partiendo de la concepción de cultura de Clifford Geertz, como un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas, es necesario observar que estas significaciones y símbolos son influenciados por un contexto en un momento dado y en un medio existente. El conjunto de propósitos, intereses, expresiones, sentimientos, símbolos que se manifiestan en la vida cotidiana se encuentran en permanente resignificación en diferentes tiempos y espacios, varían o incluso se reactivan, sobre todo por la dinámica social que la influye como, la industrialización, los cambios religiosos o generacionales, o la migración, o el mercado, elementos que la han impactado de forma distinta en los contextos donde se presentan. El arte, una de las manifestaciones más visibles de la cultura, es un buen ejemplo de esto. Baudrillard sugiere que el mundo en el que vivimos ha sido reemplazado por un mundo copiado, donde buscamos nada más que estímulos simulados. Con el desarrollo de Internet y las nuevas tecnologías se pueden crear, casi literalmente, nuevos mundos de los que, en cierto sentido, se puede decir que no necesitan de la materia prima del mundo real para existir e interactuar, a lo que se le llama Hiperrealidad. El documental Opèration Lune, dirigida por William Karel, sobre la llegada del hombre a la luna es la descripción de una hiperrealidad, la simulación de algo aún cuando se hubiera producido en la realidad, pero que una obsesión por la perfección y por ver la realidad reemplazada por una copia, hace que se presente al mundo entero lo simulado como algo real. De forma relativamente incontestable, además, porque jamás podríamos demostrar que el hombre no pisara la luna realmente, y aunque demostráramos lo contrario no iríamos tampoco contra la tesis defendida en el documental. Otros ejemplos de hiperrealidad serían las bebidas deportivas de un sabor que no existe (Xtreme, Fierce, X-factor). La foto de una modelo que se retoca con ayuda de una computadora antes de publicarla en una revista. La pornografía (más sexy que el sexo mismo). Las relaciones amorosas creadas y mantenidas exclusivamente a través de Internet (cibernoviazgo) Hay una simulación verdadera y una simulación falsa, en el arte y en todo lo demás. Por ejemplo, cuando Warhol pinta las sopas Campbell en la década de los sesenta es un lance imprevisto, un brillo sorprendente de la simulación, y para todo el arte moderno, de un solo golpe, el signo(objeto)-mercancía, queda irónicamente sacralizado. Pero cuando Warhol pinta las mismas sopas Campbell en 1986, es decir, veinte o veinticinco años más tarde, ya no está en absoluto en el brillo de la simulación, está en el estereotipo de la simulación. En el primer momento, Warhol atacaba el concepto de originalidad de una manera original, pero en 1986 por el contrario reproduce lo no original de una manera también no original. Se puede pensar que se trata de una ironía superior más que de rehacer la misma cosa veinte años después. Vivimos en un mundo de simulación, en un mundo donde la más alta función del signo consiste en hacer desaparecer la realidad y enmascarar al mismo tiempo esa desaparición. El arte no hace otra cosa. Los medios actuales no hacen otra cosa. Es por esto que están dirigidos al mismo destino. Todas la utopías de los siglos XIX y XX han expulsado la realidad de la realidad, y nos han dejado en una hiperrealidad vacía de sentido. Todas las cosas quieren hoy manifestarse. Los objetos técnicos, industriales, mediáticos, todos los artefactos quieren significar, ser vistos, ser leídos, ser registrados, ser fotografiados; y es cómo Wharol lo prometió, todos queremos nuestro 15 minutos de gloria. En la arquitectura los edificios de Frank Gehry (museo Gugenheim) sientan una presencia donde en realidad nada hay que ver. Entre las distintas corrientes del arte contemporáneo se entreteje una red de intereses de mercado donde el arte no se vende, al artista no se le compra obra se le patrocina, se vende lo que parece una corriente de arte en el mundo de los patrocinios al arte. Nada es real. Y volviendo al principio: es una manifestación cultural de un momento histórico, de un entorno dado, donde resignificarlo-encontrarle nuevos significados- se convierte en tema de sobrevivencia. André Breton, influyente pensador del surrelismo, decía que la mayor debilidad del pensamiento contemporáneo parece residir en la sobreestimación de lo conocido con respecto a lo que está aún por conocerse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario