domingo, 16 de mayo de 2010

Las Rutas del Vino…la nostalgia y la emoción.

El alimento ha sido en la historia más que sólo un alimento, tiene un significado social, emocional y simbólico. Es una mezcla de calidad, herencia, naturaleza y arte. El alimento es una proyección del pueblo que lo produce y elabora. Es producto rural ligado al campo donde los agricultores son un factor muy importante del mismo. El alimento forma parte del patrimonio de los pueblos. En el imaginario del consumidor los productos alimenticios consumidos en el mundo rural están cargados de nostalgia, de las cosas buenas que se han perdido. Durante la última mitad del siglo XX se ha producido un cambio estructural en el modo de apreciar la comida por parte de los turistas. Si antes los viajeros no estaban interesados en los alimentos extraños de las latitudes desconocidas que visitaban,
ahora buscan tener nuevas experiencias y prueban los platos con colores y sabores locales. Las Rutas Alimentarias, o gastronómicas son vías interesantes para lograr el objetivo. Las rutas gastronómicas francesas tienen desde los años ´80 un
singular éxito. En 1997 se registraron 270 rutas, aunque una significativa cantidad carece de estructura. Se han contabilizado 60 rutas de productos alimenticios varios, otras 60 dedicadas a quesos y unas 130 a vinos y otras bebidas
(cerveza, sidra, coñac, etc.).Evidentemente el vino es el rey cuando se trata de rutas turísticas. En Argentina se desarrolló conjuntamente con el Ministerio de Turismo,
el programa Saborea Río Negro, compuesto por las siguientes 5 rutas alimentarias:
Ruta de los Vinos de la Patagonia, Ruta de los Sabores de la Cordillera,
Ruta de la Pera y la Manzana, Ruta de la Carne Ovina y Caprina y Ruta de los Sabores de la Costa. En Baja California se promueve la Ruta Gastronómica, sin ser propiamente una ruta sino una descripción de alimentos y su origen, como el mercado de mariscos de Ensenada, los quesos de Real del Castillo, la cerveza Tijuana, la langosta de Puerto Nuevo, la ensalada Cesar’s de Tijuana, la cocina rusa del Valle de Guadalupe, el chorizo de abulón de la Isla de cedros entre otras menciones. El turismo y los alimentos como industrias culturales evidencian un fuerte crecimiento en su demanda revalorizando de esta manera los recursos locales. Las Rutas del Vino dentro de esta industria cultural se asocian erróneamente a la visita de las bodegas reduciendo así su significado, como reducir la gastronomía a la cocina. A lo anterior se debe la inclusión, en las rutas gastronómicas, de los centros de interpretación, para dar al visitante una visión amplia de su impacto cultural. Si por vitivinicultura se entiende generalmente una actividad industrial de base agrícola, en realidad es mucho más que eso, porque a lo largo del tiempo se ha consolidado en torno a ella un complejo entretejido de formas culturales, que se manifiestan en la organización y dinámica de cambios del espacio productivo, en la formación de paisajes, en la articulación de las relaciones sociales, en la mentalidad de la gente, sus usos y costumbres, su creatividad, en el imaginario colectivo, en sus valores, orgullos y pertenencias, en sus enlaces con el pasado y el futuro y en sus vinculaciones con el mundo. La vitivinicultura es una forma de cultura en sentido amplio, que marca y distingue fuertemente la identidad del lugar. Con tal fundamento podemos hablar de una cultura de la vid y el vino, como creación colectiva, llena de vitalidad, que abarca los campos de las artes, de las ciencias, del trabajo, de las celebraciones, de los vínculos de sociabilidad. También podemos hablar de los paisajes culturales de la vid y el vino,
fuertemente asociados a los oasis productivos del campo, donde se inserta el rico patrimonio arquitectónico de los cascos bodegueros en las zonas antiguas y el nuevo paisaje arquitectónico contemporáneo y donde se desarrollan esos usos, costumbres y tradiciones sociales que dan rasgos constantes al curso cotidiano de la historia y dan testimonio de una mentalidad particular, relacionada con el trabajo. Las Rutas del Vino comenzaron a aparecer en los años 1990 como un intento para aumentar las ventas en la viña mientras intentaban estabilizar y diversificar sus ingresos. A pesar de los esfuerzos públicos y privados hubo varios intentos iniciales, tanto locales como regionales, que no fructificaron. Sobre la partida en falso inicial resurgieron en la presente década con nuevos bríos y con enfoques más focalizados sobre el visitante a la viña que en el comprador de vinos. Así, las Rutas del Vino han logrado despegar después de una década de búsqueda de su identidad y su vínculo entre el negocio del vino y del turismo. Las viñas australianas y norteamericanas se han planteado objetivos más profundos y han recurrido al turismo basado en el vino como una oportunidad para contribuir a la formación de lealtad hacia la marca del vino. En los valles de Napa, en California, (EEUU) han identificado el turismo como una herramienta activa de marketing. En Chile y Argentina las Rutas del Vino se consolidad día a día como parte integral de la promoción turística del país. El vino es un producto emblemático que genera cada vez mayor interés y, sin duda, los medios de comunicación han contribuido a ello. En este contexto, el enoturismo cumple el rol de dar a conocer la cultura del vino mostrando la actividad vitivinícola en el medio rural y ofreciendo el territorio como un todo (cultura, paisaje, servicios). Asimismo, la práctica del turismo del vino contribuye a valorar el consumo diario moderado del vino y brinda, además, conocimientos específicos que son reconocidos y valorados socialmente. Frente a una oferta de turismo vitivinícola adaptada a las necesidades o expectativas de los distintos tipos de turistas, es posible cautivar su atención y lograr que visiten alguna zona vitivinícola. La clave en este proceso es conocer el comportamiento, los objetivos y las necesidades de los turistas potenciales y emplear dicho conocimiento en el desarrollo de una propuesta de valor que logre cautivar el segmento deseado. El Valle de Guadalupe tiene frente a sí un futuro prometedor, entender el sentido y el valor de las Rutas del Vino, paralelamente al concepto de Paisaje Cultural dará certeza a este futuro.

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